ENTRELAZADO: SI SIGO DOS SEGUNDOS MÁS EN EL FRENTE, ME INTOXICO O ME LANZO A SER ATROPELLADO. ESTOY CANSADO
Necesito desahogarme, ya que no tengo a nadie con quien hablar. Si sigo dos segundos más en el frente, me intoxico o me lanzo a ser atropellado. Estoy cansado.
En casa hay mucho ruido (nada fuera de lo común). Lo detesto. Siento miedo y todo parece moverse muy rápido a mi alrededor. Tengo un hermano que es como un gigante despierto, imponente en su presencia y con una mirada que parece estar siempre enojada. Su energía es como un torrente de lava ardiente que quema todo a su paso, y me sumerge en un terror sin fin. Le tengo miedo a mi hermano e igual que mis progenitores (sólo vivo con mi progenitor, pero el miedo es para ambos). Tienen la misma energía e incluso cuando llegan a la casa debo respirar hondo y hablarme a mí mismo, diciéndome que todo estará bien. Sobrevivir con traumas complejos implica entender el origen de muchos de mis síntomas/o conductas, pero también lidiar con partes disociativas que afectan mi funcionamiento diario. Es sentir una desconexión interna, luchar con momentos de angustia y enfrentar desafíos constantes para encontrar mi estabilidad emocional.
Me preocupa cada vez más que mis días sean más cortos y que mi memoria falle. No sé hasta dónde puedo vivir así. Además, hay situaciones y sonidos que me provocan ansiedad y miedo. El bullicio, las peleas, el sonido del agua, alguien gritando mi nombre o un chisquido repentino frente a mis ojos me abruman. No puedo soportar tanta incertidumbre y la agonía se apodera de mis sentimientos, por lo que como medida defensiva, me aíslo disociativamente.
Me asustan las personas que son como mi familia y sé que muchos de mi familia comparten esa energía violenta. Cada vez que veo a personas que se comportan de la misma manera, me pongo muy tenso y siento un gran vacío. Es como si me golpearan , y automáticamente pierdo mis cucharas y el dolor es tan grande. Es como pelear con algo que no tiene nombre. Un dolor que hiere. Un dolor que devora la carne. Pierdo esa lucha de pelear por estar en mi cuerpo y el dolor se expande por completo en todas partes. Salir es mi único recurso de salvación. No lo controlo y si estoy al frente, sé que debo aceptar todo tipo de dolores directos, como si mi piel estuviera desprotegida y se volviera fina a cualquier estímulo. En casa dicen : "Uy, ya vas a empezar" "vete a la tu habitación" , "Andá, retrasadito de mierda" o simplemente disfrutan de mi incómodad para ensanchar sus conductas maliciosas. Siempre disfrutaron de verme incómodo.
Soy una servilleta
que se arruga y se arrastra.
No me siento entre mi gente.
No tengo energía ni fuerza para prenderme.
Mis focos no se prenden.
Hay un desierto en mí.
Soy tan fino y frágil
que ni yo puedo seguir.
Fácil decirlo y poco por creer.
Soy un pibe que vive en invierno.>>.
– Miguel Quintana.
¡Un abrazo!
Y hasta la próxima!
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