La ansiedad ya forma parte de cada día. Sentimos un vértigo interno, nos aterra y nos incapacita. Perdemos la estabilidad y no vale ninguna explicación. Nos quedamos inmóviles porque sentimos que no hay escapatoria ni dirección hacia dónde ir. Palpitaciones, sensación de taquicardia, falta de aire, tienes una opresión en el pecho y empiezas a sudar. Sientes ganas de vomitar y tienes un dolor gigantesco en las tripas, sientes la sensación de que todo se va a caer, te sientes marear. Cuesta la hora de poder relajarse y poder respirar. Buscamos infinitos recursos para sobrellevarlo y poder estar bien. Sentimos que somos rehenes de nuestros miedos, nos agobiamos y no podemos afrontar nuestra realidad, sobre todo cuando la percibimos como una amenaza. La puerta de la conciencia pareciera estar dormida y los síntomas son cada vez más violentos, más súbitos, más intensos. Y producen mucho malestar. Al principio parece que uno puede controlarse pero cada vez son más los ataques. Pueden aparecer sin motivo alguno, mientras que otras veces son provocados por circunstancias como el propio miedo y la preocupación de haber pasado por una situación similar y temer que vuelva a ocurrir: esos sentimientos pueden desencadenar un nuevo ataque. Evitamos todo aquello que nos provoca daño emocional e incluso evadimos a las personas que nos podrían lastimar con sus comentarios, por su falta de empatía y por minimizar nuestros sentimientos o porque no queremos que nos etiqueten de locos u exagerados. Poco a poco dejamos lo que solíamos hacer. Nuestros pensamientos van a cien. Sientes que tu fuerzas van debilitándose cada vez más. Estás en un modo no presente. No duermes de noche. Tienes apetito voraz. Vives tensionado, contracturado, inquieto, con una inmensa tempestad y con un vacío extraño dentro tuyo. Te fulminas entre las pequeñas cosas insignificantes. Desapareces calladamente y vives cada vez más en silencio, vives cada vez más en soledad.
El cuerpo se expresa a través de dolores y otros síntomas, y aunque intentemos ocultarlo, tarde o temprano salen a manifestarse como un recurso de liberación, de mecanismo de defensa y de refugio. Buscamos refugio en la razón, pero cuanta más razones creemos tener, más lejos se encuentra la explicación de la verdadera causa del malestar. Es así que al vivir en una sociedad llena de exigencias sociales y presiones constantes decidimos ocultarnos poco a poco, con esa incertidumbre que nos conlleva el día a día. Los ataques de pánicos pueden llegar a ser debilitantes, se vuelven más significativos y comienzan a interferir con la vida de uno mismo, se apoderan de vos. Esta circunstancia produce un miedo que se expresa en el cuerpo con un difuso, aunque muy incómodo, estado de inquietud física cuyo origen no es consciente y que en general suele llamarse <<Ansiedad>>.
La función de la ansiedad es movilizar al organismo, mantenerlo alerta y dispuesto para intervenir frente a los riesgos y amenazas de forma que no se produzcan o se minimicen sus consecuencias.
Tensión, angustia, distimia, impaciencia, apuro, culpa, vergüenza, temores de toda clase, preocupación exagerada, pensamientos catastróficos, sentimientos de agitación, obsesiones, intranquilidad, taquicardia, sudores, parálisis del cuerpo, los repentinos y fuertes espasmos en piernas e incluso en el cuerpo entero, dificultad para concentrarte, irritabilidad, dolor estomacal, miedo de enfermar o de morir, cansancio físico y mental, fatiga, músculos tensos, agorafobia, dificultad para conciliar el sueño o permanecer dormido, miedos irracionales, hormigueos por varias parte del cuerpo y los ataques de pánico son sólo algunos síntomas que nos acompañan de modo permanente.
Entre los trastornos de ansiedad se encuentran diversas formas de la misma, entre ellas las siguientes:
Trastornos de la ansiedad generalizada (TAD).
Fobia social.
Trastornos de pánico.
Agorafobia.
Trastornos de estrés post traumático (TEPT).
Trastornos obsesivos compulsivos (TOC).
Fobia específica.
Solemos evadir los sentimientos negativos para ahorrarnos el mal trago. Pero las consecuencias para quien adopta cada una de estas estrategias también son distintas. Porque eludir los conflictos no significa liberarse de ellos; siguen ahí aunque lo niegues, de forma que, quienes traten de evadirlos, no ganan tranquilidad porque necesitan mucha energía para negarlos, y eso provoca tensión y, a la larga, nos pasa factura.
Este libro, por lo tanto, tiene como finalidad contar cómo es vivir con ansiedad y depresión.
Tener ansiedad no te hace ser loco, peligroso o alguien incapaz. Sentir ansiedad es una repuesta emocional normal. De hecho, ante situaciones inciertas o estresantes es normal experimentar este fenómeno. Es importante saber reconocer los síntomas para identificar ciertos patrones y poderlos trabajarlos antes que la ansiedad provoque un funcionamiento anormal en algún área de tu vida (relaciones con los demás, la escuela, el trabajo, etc.). Eres un ser sensible que necesita auto-conocerse y tener más control, porque percibes más, puedes sentir más y eso, eso es un gran don. Muchas veces los que padecemos ansiedad sentimos que no pertenecemos del todo aquí, y es cierto, tenemos mucho para dar, aprender o enseñar.
Pienso que no importa cuán grande sean nuestras dificultades, que toda enfermedad nos viene a enseñar algo. Sólo debemos escuchar y así entendernos más.
Cada texto está escrito en los periodos más tristes y oscuros, textos que alza una voz más en esta enredadera del depósito de sufrimiento: La ansiedad y la depresión. Espero que si sabes de alguien que lo padezca lo motives y le brindes tu apoyo. La ansiedad y la depresión pueden destruir tu ánimo, acabar con tus relaciones, causar dolor físico y dolor en el alma. La ansiedad y la depresión son reales y pueden matar vidas.
Miguel Quintana.
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