Quisiera aprovechar esta ocasión para concienciar sobre los desafíos diarios que enfrentamos las personas autistas en un mundo neurótipico, en especial cuando interactuamos con profesionales de la salud.
Ayer, acudí al hospital de San Vicente a las siete de la mañana con el objetivo de obtener un turno en el área de salud mental. Sin embargo, me encontré con una experiencia desagradable e incómoda. La ubicación de dicha área, en mitad del pasillo por donde circulan constantemente personas que acuden a sacar turno para otras especialidades, generaba un constante flujo de personas y un ruido insoportable. A pesar de haber llevado conmigo mis audífonos para cancelar el ruido, la situación se tornó estresante y aumentó mi nivel de ansiedad. Debo mencionar que en Buenos Aires, Argentina, las áreas de salud mental están colapsadas. En los hospitales públicos te dan un número para que llames por teléfono y saques turno, y según indican, debes atenderte en tu municipio. Este proceso en sí ya es estresante, ya que el trato en cada municipio es muy diferente. No todos los municipios tienen áreas de salud mental. Ni guardias para salud mental. Además, debes llegar temprano, a las 7 de la mañana, porque mucha gente va a sacar turno para ser atendida. Por lo general, los profesionales comienzan a atender después de las nueve o diez de la mañana (a veces más). Algunas personas incluso madrugan para obtener un turno el mismo día. Sin embargo, al abrir el hospital, las personas entran corriendo con tal desesperación que la fila hecha horas antes ya no tiene sentido, y comienza el caos para encontrar las áreas de atención. Sólo con ésto, imagínesen el susto y el caos que sentimos los autistas.
Finalmente, cuando fui atendido, me encontré con una situación sumamente frustrante. Al ingresar al consultorio, la doctora no se presentó de manera adecuada y, en cambio, me preguntó de manera brusca: "y a Vos, ¿Qué te pasa?". Yo esperaba que ella se presentara correctamente y me brindara el apoyo necesario para poder expresarme. Sin embargo, mientras intentaba comunicarme pausadamente e intentando tener todo bajo control, la doctora tomó su teléfono celular y me ignoró por completo. No decía nada, por lo que le pregunté si no me iba hacer ninguna pregunta y ella dijo: "Así trabajo yo". Su lenguaje corporal era de proponente e egoísta. Entonces, le contesté: "estoy aquí porque tengo problemas para gestionar mis emociones. Me siento adolorido y mis palabras me hacen doler hasta mi cuerpo. Si estoy acá es porque necesito ayuda. Es común que me encuentre en períodos de mutismo, y esta situación es demasiado abrumadora. Necesito que me ayudes, por favor ", y ella sólo sonreía. No entendía si se estaba burlando, pero me sentí insignificante nuevamente. No anotó nada. Sólo hacía ruido con su lapicera y uñas. Me dijo que no había cupos, que sólo daban en situación de emergencia. Que debía sacar turno para el clínico. No pude hacer nada. Me dejó sin oportunidad de defenderme o explicarle mis necesidades específicas como paciente, me fuí muy mal. Sentí que todo mi esfuerzo en ir no sirvió para nada. Me sentí tan abandonado. Al salir de esa puerta, ví que habían muchos jóvenes esperando y pensaba en decirles que busquen otro sitio, que era alguien arrogante y egoísta. Pero quedé helado a la incertidumbre. No sé porqué ésto también me preocupa y duele tanto...
Es fundamental que se comprenda la importancia de brindar una atención adecuada y respetuosa a todas las personas, sin importar si son autistas o no. Nuestra comunidad enfrenta desafíos diarios en un mundo que a menudo no está adaptado a nuestras necesidades, y es responsabilidad de los profesionales de la salud comprender y adaptarse a esas necesidades para garantizar una atención de calidad.–Miguel Quintana.
¡Un abrazo!
Y hasta la próxima!
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