La alta sensibilidad es una condición en la que el sistema nervioso central procesa la información sensorial de manera más intensa y profunda que el promedio. Esto puede llevar a una mayor empatía, conciencia emocional y una capacidad para percibir sutilezas que otros no lo notarían. Sin embargo, también puede llevar a un mayor estrés y ansiedad debido al exceso de estimulación.
Aquellos que son altamente sencibles sentirse más abrumados por situaciones sociales o sensoriales, como multitudes ruidosas, luces brillantes, titílantes, o cambios repentinos en su entorno. Las emociones pueden ser más intensas y duraderas, lo que a menudo resulta en una mayor intensidad de tiempo solo para procesarlas.
Como resultado, las personas altamente sencibles pueden sentirse a menudo incomprendidas o incluso marginadas por aquellos que no comparten su sensibilidad. Pueden sentir que hay algo “mal” con ellos, cuando en realidad es simplemente una variación natural en la forma en la que sus cerebros procesan la información.
En mi opinión, la alta sensibilidad no es una debilidad, sino una fortaleza. Aunque puede traer desafíos únicos, también ofrece una perspectiva única y una habilidad espacial para conectarse con los demás y el mundo que les rodea.
Es importante que aquellos que son altamente sencibles se den cuenta de que no están solos y que no hay nada "mal" en ellos. También, es importante que aprendan a cuidar de sí mismos y establecer límites saludables para mantener su bienestar emocional y físico.
SENSIBILIDAD COMO FORTALEZA
En un mundo brusco y ruidoso,
nuestros sentidos se agudizan
que a menudo nos sentimos desazonados
por el mero peso de la existencia.
Cada sonido es una ráfaga de viento,
cada aroma una ola que nos ahoga,
cada textura una cuerda que nos ata
a un abismo de información inabarcable.
Las luces son el rugir de un volcán,
los ruidos el tumulto de una selva,
la gente una multitud desconocida
que intenta invadir nuestro territorio.
Por eso nos gusta concentrarnos
en los detalles más ínfimos,
en las palabras que susurran al oído
y que se repiten una y otra vez, una y otra vez.
A veces parece que estamos solos
en nuestra propia mente, en nuestro universo,
pero sabemos que dentro de nosotros
hay un tesoro invaluable que nos conecta.
Es nuestra sensibilidad, nuestra fortaleza,
esa que nos permite descubrir la belleza
en pequeños detalles, en matices invisibles
para aquellos que no saben mirar.
Cada sensación, cada emoción,
nos hace sentir que estamos vivos,
que somos parte de un todo más grande
que nos une a los demás y al mundo.
Pero también sabemos que necesitamos
descansar, cuidarnos, protegernos,
para poder enfrentar la embestida del caos
con valentía y fuerza renovada.
Porque en este mundo brusco y ruidoso,
la paz interior es nuestra mejor arma,
la que nos permite encontrar el equilibrio
y seguir adelante con pasión y coraje.
–Miguel Quintana.
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